Por Francisco Luciano
Desde que tengo uso de razón he sufrido las deficiencias del sistema energético nacional, tanto es así que mi maestra de sexto grado, la hermana Carmen de la Cruz, me enseño mis primeros pasos de baile cuando apenas tenía once años, al compas de un merengue del Caballo Ventura que decía “a lo oscuro metí la mano, a lo oscuro metí lo pie, a lo oscuro hice mi lio y a lo oscuro lo desate” en alusión a los apagones eléctricos.
Confieso que se de electricidad lo mismo que saben de hidráulica los Hámster de mis hijas, no obstante tengo bien claro que nuestro país no podrá desarrollarse plenamente mientras no sea instalado un sistema eléctrico eficiente y basado en precios justos.
Sobre este tema, leí hace tiempo, un artículo del acucioso Adriano Miguel Tejada donde calificó de capa perros al negocio eléctrico.
De acuerdo con el cuento del capa perros, extrañaba que el personaje comprara los perros a diez pesos y pagara treinta para caparlos con una pérdida aparente de veinte pesos en cada perro que adquiría, cuando lo cierto es que el gran negocio consistía en vender la carne de estos a cien pesos la libra en la salchichonera del frente.
Y es que cuando en una actividad cualquiera el negocio consiste en comprar y no en vender, los resultados van a dar beneficios a los empleados, funcionarios y clientes de la empresa, pero jamás al dueño, que es lo que viene sucediendo con el negocio eléctrico donde los únicos que salen perjudicados son el estado y la población, mientras los operadores y sus relacionados aumentan su patrimonio por el cubo a la enésima potencia, donde el techo es infinito.
Mientras penda sobre nuestro gobierno el chantaje de quienes manejan el negocio de la electricidad y se mantengan vigentes contratos hechos a la conveniencia de los prestadores del servicio, obligándose el estado a pagarles por la capacidad instalada sin que ellos tengan la responsabilidad de brindar el servicio, nos mantendremos alejados del necesario desarrollo.
Un negocio que para pagar sus costos de operaciones tiene que recurrir a préstamos constantemente, es cualquier cosa menos un negocio.
Ahora que el país se dispone a discutir un pacto que garantice la sostenibilidad eléctrica, deben ponerse sobre la mesa todas las distorsiones existentes, sin perder de vista que en un plazo de dos a tres años llegaran a su final todos los contratos de engañifas ninguno de los cuales deberá mantenerse en las condiciones de desventajas actuales para la nación y el estado dominicano.
Desde hace casi cincuenta años, vengo escuchando decir que el problema eléctrico no tiene solución a corto plazo, pero de continuar la manera en que lo hemos tratado durante este medio siglo no la tendrá nunca.
Lo correcto es iniciar desde ahora la construcción de las plantas necesarias para abastecer la demanda proyectada al vencimiento de los actuales contratos, de manera que estas estén listas para entrar en operación en la medida en que vayan concluyendo con la estafa de los actuales prestadores, así aumentaríamos la oferta energética y se establecería un mercado por competencia de precios.
Me inscribo dentro de los dominicanos que prefieren que no se renueven los contratos eléctricos con los actuales prestadores en razón de que acostumbrados a comprar no les interesa vender.
El Banco Interamericano de Desarrollo BID, y el Fondo Monetario Internacional, FMI, pueden contribuir a solucionar el problema eléctrico financiando la construcción de nuevas plantas, sin imponernos sus caros consultores que terminan llevándose altos porcentajes de los propios dineros prestados y haciendo negocios particulares a costa del alto poder que se les confiere, sin aportar nada que ya no sepamos.
Sin resolver el tema eléctrico de cuajo no podremos alcanzar los niveles de competitividad que nos permitan desarrollar plenamente la industria nacional, por lo que resolver este tema implica imponer una cultura coherenciada entre la generación, la distribución y la comercialización de la electricidad , garantizado un servicio eficiente y sostenido, con precios justos que al tiempo que permitan la rentabilidad de los operadores garanticen el crecimiento de las empresas y no lacere mas las finanzas de nuestras familias.
Hacer del negocio eléctrico un sistema armónico donde todos ganen, es reordenarlo con base en la ética y corregir lo que está mal, pero muy mal.
El autor es catedrático universitario y dirigente del PTD