Si a usted amigo o amiga le toca realizar una maestría de ceremonia
de algún político especial, tiene que tener presente estudiar el libro de las
alabanzas y no salirse nunca del guión, deberá ofrecer la mayor
cantidades de frases adulatorias, frases de sumisión y de redención.
Hace poco, pero muy poco, unos locutores en un acto político, se
desbordaron en loas hacia una figura de la política vernácula.
Se esmeraron para que no faltase ni uno de esos adjetivos adulatorios,
que tanto gustan a reyes y emperadores, había entre ellos una competencia
al que dijera los elogios más rimbombantes, al que dijera el más grande
halago posible.
hay que tener un carácter especial para salir airoso de este tipo
de empleo, se precisa poner el corazón en cada palabra, en cada
gesto y nunca vendrían mal unas clasecitas con Elvira Taveras.
Poco importa los que lo demás piensen, lo que vale, lo que
trasciende es que el líder, se sienta bien, que disfrute lo que
ellos magistralmente digan, en fin que no se puede economizar
una sola expresión que al rey o príncipe le guste.
No todos pueden ejercer ese oficio, es para hombres y mujeres
de excepción.
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